lunes, 30 de agosto de 2010

LAS FARC-EP Y UNASUR

La carta enviada por las FARC-EP a UNASUR solicitando un espacio para presentar el conflicto colombiano, buscando convocar a la comunidad de naciones a contribuir en la construcción de la salida negociada, amerita, una reflexión sobre esa posibilidad, en un contexto en el cual se modifica la naturaleza de la guerra y cambia de sentido la negociación política. Un par de preguntas que es necesario formularse son: ¿desde donde están leyendo el momento político regional las FARC? y ¿Cuál creen es el tipo de guerra que están enfrentando?...
 
El nuevo gobierno ha venido hábil y rápidamente reconstruyendo las relaciones con los países latinoamericanos y en particular con los que conforman y lideran UNASUR: Ecuador -país que tiene temporalmente la presidencia del organismo que ha sido concebido como un espacio para la interlocución de los gobiernos de la región- ha mostrado la mayor disposición para restablecer las relaciones con Colombia y los pronunciamientos de su cancillería dan casi por superadas las dificultades. El encuentro entre los presidentes Santos y Chávez dio por terminada la crisis con Venezuela, inicio un proceso rápido de trabajo en mesas binacionales sobre los aspectos más críticos de la relación y la necesidad de atender las urgencias de la población de la frontera. Pronto se producirá la reunión con el primer mandatario de la región, Ignacio Lula Da Silva, que seguramente fortalecerán las relaciones con Brasil en temas comerciales, pero también de seguridad. Los gobiernos de Perú y Chile respaldan incondicionalmente al gobierno colombiano por su afinada política. Uruguay, Paraguay, Argentina e incluso Bolivia se moverán en el ámbito de la diplomacia internacional, sin comprometerse. Total el escenario para presentar esa propuesta es potencialmente adverso y “atemporal”.
 
Es indiscutible que las condiciones han cambiado en cuanto a las relaciones políticas en la región desde la época de las reuniones del Grupo de Rió, donde el choque de miradas y saludos de los presidentes Uribe y Correa llenaban de escepticismo el panorama político regional, se producían acalorados debates en las Cumbres de UNASUR sobre los apoyos al terrorismo y la presencia de bases militares estadounidense en la región con plataforma de operaciones a Colombia; hoy, se expresa una clara voluntad política de recuperar las relaciones entre los países vecinos con el beneplácito de la comunidad Suramericana. La Corte Constitucional le bajo el tono a la presencia de dichas bases militares, sin que ellos signifique que el acuerdo haya sido relegado. 
 
Total, las FARC- EP se equivocan si se creen con “autorización” para enredar en las vicisitudes de sus propias lógicas de guerra y enemistad, a los gobiernos vecinos y a sus respectivos procesos de construcción democrática alternativa, con todos los problemas que tienen y a puertas de periodos electorales, que definen, como en el caso venezolano  la continuidad de un proyecto que tiene que enfrentar grandes dificultades internas en todos los aspectos.
 
No existe la menor duda en la comunidad internacional y en los sectores democráticos del país que un proceso de diálogo y negociación que conduzca de manera definitiva a la solución negociada sería respaldo de manera solidaria y efectiva por el conjunto de naciones, no solo de la región, sino del mundo entero. Una gran cantidad de esfuerzos e iniciativas institucionales trabajan de manera silenciosa creando condiciones para que ese proceso madure, muchas veces, contra toda adversidad y señalamiento de las partes.  Pero, la inquietud que surge a cada paso es saber si, a ciencia cierta, las partes han tomado la decisión irreversible de comprometerse con la solución política negociada o, esa figura, se ha convertido en un lugar para oxigenar la guerra.
 
En el nuevo gobierno, la guerra se apresta para un gran cambio en su concepción política: Una reforma agraria contrainsurgente. Seguramente la nueva fase desarrollada por el Estado marchará de la mano de los campesinos y no precisamente de los batallones campesinos, sino de una agresiva e “innovadora” política de tierras y agraria que sumará a las familias en acción, los campesinos en acción, sobre todo en aquellas áreas de desarrollo estratégico en economías extractivas donde la política económica del gobierno espera encontrar los mayores recursos. La población campesina comenzará su repliegue hacia las políticas agrarias institucionales en las zonas de conflicto. La guerra militar seguirá dándose sin grandes resultados, pero la guerra política, que ha sido la más victoriosa en los últimos años, continuará erosionando la legitimidad de los proyectos insurgentes, con su nuevo destacamento de política agraria.

Es absolutamente claro que cada momento de la guerra tiene una agenda de negociación distinta y esa agenda se ha modificado sustancialmente. La superación de las causas estructurales de la violencia de las que habla Cano, no pueden ser hoy leídas de misma manera que hace cincuenta o diez años. Y menos, colocarlas como puerta de entrada a un proceso de negociación política, porque seguramente esa barrera seria insuperable, lo cual no significa tampoco renunciar a cambiar la situación que vive el conjunto de la población en materia de necesidades, urgencias y ejercicio pleno de derechos. Es totalmente claro que este país rico es uno de los más pobres e inequitativos del mundo. Pero la solución política debe centrarse en lo político, esto es, en las maneras de profundizar la democracia en todas sus posibilidades, de tal forma, que el conjunto de la población y de sus fuerzas democráticas y políticas, vayan encontrando la solución a los problemas estructurales de la nación que no se han podido encontrar por la vía de la guerra.
 
Desde esta modesta columna le hago un llamado a los secuestrados que están en las profundidades de la selva, para que en un acto humanitario, ¡liberen a las FARC!, de tal manera que puedan tener el tiempo suficiente para pensarse en tiempo real en la  solución política negociada. 
 
 
Carlos Medina Gallego
Docente – Investigador
Universidad Nacional de Colombia
 
Agosto 27 de 2010

domingo, 29 de agosto de 2010

“La universidad y el sabedor moderno”

Muy buenos días y muchas gracias, a la señora Vicerrectora de la Universidad Nacional de Medellín, Dra. Catalina Reyes Cárdenas, al señor Rector de la Universidad de Antioquia, Dr. Alberto Uribe Correa y, a los organizadores de este foro por haber tomado en consideración mi nombre para llenar con mis opiniones este importante y necesario espacio de reflexión universitaria.

He escuchado con especial atención la ponencia del Dr. Carlos Vásquez Tamayo, cargada de profundo sentimiento y poesía, una reflexión crítica muy bella que le deja a uno una extraña sensación de gratificación y angustia...

Quisiera llevar a la discusión algunos puntos que me parecen pertinentes en el marco de este foro sobre la Universidad y su proyecto ético y político. Le dije a la señora vicerrectora, antes de sentarme en esta mesa,  que no entendía como habían invitado a un “provocador” a un evento de esta naturaleza y ella muy amablemente me “institucionalizo” señalando que precisamente de eso se trataba: “poder escuchar y contrastar los más variados puntos de vista”. Si es así,  permítanme comenzar con una pregunta provocadora que de alguna manera le de un lugar a mi reflexión: ¿Es posible, en un país como el nuestro, una universidad libertaria, rebelde, subversiva y revolucionaria?...

Esa es mi pregunta y espero no resolverla porque me dejaría en condiciones de extrema precariedad frente a un auditorio tan diverso como este y economizaría el trabajo que debemos hacer de estar ampliando permanentemente los espacios de la democracia en la universidad en foros donde se exprese la polifonía que constituye la discordante sinfonía de la maltrecha democracia política y cultural de la nación colombiana.   

Voy a comenzar por hacer un par de diferenciaciones.

No es lo mismo educación estatal que educación pública. Creo que en este país aún estamos en el camino de las búsquedas que nos deben conducir para que la universidad sea absolutamente pública y deje de ser una universidad estatal. Creo que las universidades estatales son, en términos de su proyecto educativo, universidades privadas.

Cuando me encuentro con mis estudiantes de la Universidad Nacional, que se rigen por la misma ley 30 que rige los destinos de la Universidad de los Andes, la Javeriana, la Pontificia Bolivariana…, que se presentan al mismo examen de calificación de competencias profesionales al que se presentan los estudiantes de todas la universidades del país, me pregunto qué diferencia la universidad, mal llamada “pública”, de la universidad privada. Y no encuentro, realmente, mayor diferencia. Seguramente, la única diferencia es que a una la subsidia el Estado y a la otra la mantiene la familia. Pero en el marco de su proyecto educativo, ¿existe realmente alguna diferencia central, capital, que permita decir que la universidad pública es realmente diferente a la universidad privada?... No la veo.

Siempre he sostenido que universidades como la Nacional, la de Antioquia, la UIS, la del Valle…, las  universidades estatales, son en esencia, por su proyecto político educativo,  universidades privadas que funcionan en el marco del proyecto político y económico al que sirve el Estado, que suele estar muy lejos de lo que debía ser una autentica universidad pública. Permítanme decirles cuál es esa diferencia, porque esa diferencia marca significativas pautas en términos de poder pensar la universidad pública: 

La universidad estatal renunció a pensarse y se convirtió en instrumento del poder político y de la agenda pública de la política cultural y educativa global; renunció al principio fundamental de la autonomía absoluta y se subordinó a la autonomía limitada; colocó al centro de sus preocupaciones los intereses del Estado y olvidó los intereses de la nación y de la sociedad. En la hipócrita envoltura del bien común se puso al servicio de la formación de los profesionales que requiere el mundo y la economía global capitalista y se dedicó con especial atención a formar los profesionales para el desempleo, para la marginalidad, para la exclusión…

La universidad pública es otra cosa. La universidad pública es la que garantiza para sí misma la posibilidad de la autonomía absoluta, delimitada por el régimen democrático que establece el respeto por la diferencia, el diálogo y el consenso como estrategia de decisión de su política pública. Es la que se preocupa por medir la calidad, no en los estándares ni en los sistemas de acreditación del mercado, si no en el servicio que presta a la solución de los problemas de la nación, del país, de los marginados, de los excluidos. Es la que innova, construye, es ecléctica, responde a las preguntas y a las urgencias de una sociedad como la nuestra que se desangra en la inequidad, se muere en la pobreza, en el desempleo, en la violencia y en la guerra. No es la que se refugia en las aulas universitarias para olvidarse de la vida; es la que se mete en la sociedad y en sus problemas para preguntarle a la gente el tipo de universidad y profesional que se requiere para salvaguardar la integridad de la nación y servirle a su proyecto de vida y de futuro.

Por eso, en ambas la concepción de la autonomía es distinta. Porque una la reclama en absoluto para ser expresión de la cultura y el proyecto ético y político de la nación; y la otra, se somete a la servidumbre voluntaria del establecimiento y del poder político, sacrificando su autonomía, en una  menesterosa peregrinación hacia los presupuestos para su funcionamiento.

La crisis de la universidad es una crisis, no solamente financiera, es una crisis del proyecto cultural, ético y político que debe servir a esta sociedad, a nuestra sociedad. Por eso es más útil para esa universidad estatal tener profesores que maestros. Es más útil para esa universidad estatal tener alumnos que estudiantes. Es más útil para esa universidad estatal tener una juventud que no deslinda con sus generaciones pasadas, que no hace ruptura, ni se rebela, que una juventud que se vuelve subversiva y es revolucionaria, como su universidad. Y aquí quiero precisar qué es eso de ser rebelde: una universidad que no se rebela contra los paradigmas, que no rompe con las verdades, que se doblega a los postulados de verdad, que no vive en el camino de las incertidumbres y de las certezas históricas, es una universidad para formar intelectuales, la más abominable de todas las especies culturales. ¿Qué es un intelectual? Un intelectual es un arrendatario de ideas ajenas, es el que sabe decir mal lo que otros dijeron bien y, esa especie no le sirve ni a la universidad, ni a la nación. Le sirve al Estado, como tecnócratas, como burócratas.

Una universidad rebelde, que es lo que urge una universidad como la nuestra, su pretensión es formar pensadores. Este país está repleto de intelectuales y carece de pensadores que son capaces de construir desde la realidad histórica los enunciados básicos que formulan las preguntas y las respuestas para resolver las necesidades de la vida de la sociedad en la que la universidad está inmersa y comprometida.

Queremos una sociedad y una universidad que le permita a los seres humanos ir de rebeldía en rebeldía, de ruptura paradigmática en ruptura paradigmática, que se pierda en los laberintos de la cultura buscando las respuestas a las urgencias de nuestra sociedad y que sea revolucionaria porque trastoca el orden de la impotencia y lo convierte en un orden creativo y prospero al servicio de la sociedad.

Rebeldía, subversión y revolución no son, ni pueden ser, para una sociedad y para una universidad, categorías de estigmatizaciones y de señalamiento, ni de criminalización de sus estudiantes y sus maestros. Un costo muy alto han pagado los humanistas de la Universidad de Antioquia y de la Universidad Nacional y de todas las universidades “públicas” por defender el alma y la vida de la universidad, que es el pensamiento crítico y creador. Una universidad sin pensamiento crítico, sin pensamiento creativo, sin innovación, sin comunidad, está condenada al atraso, está condenada a no representar nada ni a ganar ninguna legitimidad ni reconocimiento de la sociedad.

Nuestras universidades públicas, debían formar profesionales de pies descalzos -para utilizar esa figura del maoísmo-, profesionales que son capaces de transitar las veredas, los caminos, viajar por los ríos, escalar las montañas,  atravesar los bosques y las sabanas de este país, aprendiendo de la gente y sus problemas, construyendo con necesidades de los colombianos, la ciencia y el conocimiento que requiere el país para solucionar de manera definitiva sus problemas, sin abandonar los rigores de la academia ni dejar de revestirlos con los protocolos de saber de la ciencia. Necesitamos una universidad que es capaz de salirse de los esquemas modulares que no les permiten innovar carreras ni programas que sirvan a la realidad de este país.

Déjenme contarles una anécdota, yo fui cofundador de la Universidad Nacional de Arauca y llevamos unas carreras que no le “servían” a Arauca. Cuando fui a preguntarle a un campesino qué tipo de profesional necesitaba para ayudar a construir el progreso de esa región, me dijo: “yo necesito a alguien que sepa hacer todo lo que sé hacer yo, pero que lo sepa hacer bien”. Y le pregunté: “¿y qué sabe hacer usted?”, y con la mayor frescura del mundo, como quien habla desde las experiencia significativas de la vida y de la profunda convicción de sus saberes,  me respondió: “yo soy capaz de manejar los suelos, de entender sus procesos de vida; soy capaz de manejar las aguas, de distribuirlas para su uso adecuado y de conservarlas; soy capaz de manejar los bosques, conservar su riqueza y biodiversidad; soy capaz de administrar mis cultivos, de producir proteína animal y proteína vegetal; sé comercializarlos y manejar los recursos para mantener el proceso y,  además, soy líder de mis comunidades, soy capaz de orientarlas en el camino de la construcción del bienestar rural  como bienestar colectivo”…

 A mí se me ocurrió que ese profesional no lo produce ninguna universidad. Y construí una propuesta para una carrera, que pensé podía llenar esa demanda de acompañamientos al campo; la llame Ingeniería Rural, la presenté a la Sede de Arauca, al consejo académico de la Universidad Nacional. ¿Saben qué dijeron los de las carreras tradicionales, de zootecnia, veterinaria, ingeniería ambiental, ingeniería agrícola y de todas las ingenierías?... Que a esa carrera le faltaban dos físicas para ser ingeniería. ¡Me cago en esa concepción de universidad!.

Las universidades privadas se inventan monstruos de carreras; ellos inventaron la mecatrónica y fueron uniendo una con otra para responder, no a las necesidades de nuestro país, si no a las lógica del mercado educativo. Yo quiero una universidad que responda a las urgencias y a las necesidades de los habitantes de la comuna 13, a los problemas de los mineros de Antioquia, que le resuelva los problemas a los campesinos cafeteros, a los palmeros y a los agricultores, pero no solamente a los grandes empresarios, si no, a los pequeños y medianos campesinos, a los pobres del campo. Yo quiero una universidad en donde los estudiantes y los maestros, no se formen en las aulas. ¡Malditas aulas! ¡Cárceles! ¡Reformatorios de la academia!, encierros donde los jóvenes no se pueden encontrar con las  necesidades de este país!.

Yo quiero que las aulas dejen de ser el lugar que convoca la actividad académica para que sea la clase, la acción, el conocimiento, el encuentro en el diálogo profundo y horizontal entre el maestro y el estudiante. Y la diferencia, profesor Carlos Velázquez, permítame, y no se disguste conmigo,  por lo que voy a decir…re-significado: la diferencia entre esa clase de profesores que, como usted bien lo dijo, son monjas y sacerdotes,  que ejercen la misa de la verdad en sus aulas; y un maestro, es que, el tema del maestro, no son los contenidos de la disciplina, el tema del maestro son los contenidos y las necesidades de la vida. Voy a decirlo de esta manera: el programa del profesor son los temas; mientras el eje fundamental de la propuesta educativa y pedagógica de un maestro, es la vida, sus conflictos, las preguntas y las preocupaciones de su sociedad y de su tiempo. Un maestro viaja con sus estudiantes detrás de un paquete de preguntas inteligentes para resolver problemas urgentes. Un profesor viaja con sus alumnos detrás de un programa para llenarlo en un semestre académico, entregándole respuestas que no se sabe para qué tipo de preguntas sirven.

Por eso hay que pasar en la escuela universitaria a construir una auténtica comunidad académica. Déjenme decirles que desde hace tiempo me dejo llevar de la mano de la sabiduría de mis estudiantes en el camino de sus preocupaciones. Cuando alcancé los más altos niveles de formación entendí que todos mis profesores en los programas de formación postgraduada me habían aportado un conocimiento muy valioso, pero que ese conocimiento me había conducido de manera personal a entender que todo lo que tenía que yo aprender como maestro lo podía aprender de la mano de mis inteligentes, bellos, fervientes, valerosos estudiantes.

En el ejercicio de la labor docente rompí con esa premisa que dice que el proceso de formación para los investigadores se da en los postgrados y ojalá en las maestrías; entendí que la investigación es la estrategia fundamental en la formación de pregrado y que es ese el escenario esencial para sus aprendizajes. Hoy hablaba con el profesor Fabián Sanabria y le decía: “Fabián, en la Facultad de Derecho me invitaron a dar clases al doctorado. Me siento orgulloso, pero..¡Qué lejos esta mi interés de  esa pretensión!: ¿Cómo podría abandonar a los primeros semestres de pregrado, donde llegan los estudiantes cargados de sueños y potencialidades… a la espera de un maestro que les pueda alimentar   la autoestima académica y guiarlos, sin arrogancia, por los caminos de la cultura  construyendo a la vez, seres humanos íntegros, capaces de comprometerse con las urgencias y las necesidades de este país?... No cambio un semestre de pregrado por el más importante seminario en el doctorado… porque es mucho lo que puedo hacer a ese nivel y muy poco lo que me queda por hacer a nivel de doctorado.

Quiero permitirme decir algunas cosas, en este foro para pensar la universidad desde un horizonte ético político que puede herir susceptibilidades, pero bueno de eso no es de lo que se trata: quiero para la universidad una comunidad que aún no existe. Ustedes saben lo que son las universidades en términos de la construcción de círculos de poder. La universidad es un territorio en disputa por pequeños y mezquinos grupos de maestros y directivos en términos de lucha por el control del poder de la universidad…y esos grupos y sus intereses no permiten construir comunidad de sentido y de propósito.
Me pregunto: ¿Se ha construido comunidad universitaria en nuestras instituciones?..., ese modelo de comunidad universitaria que congrega a todos los trabajadores, funcionarios, docentes, estudiantes, padres de familia…en el  propósito común de convivir y trabajar en el logro exitoso, de las metas, fines, objetivos, planes y programas dirigidos a construir la Colombia  de bienestar y convivencia con que todos soñamos… o, lo que tenemos, es una institución fragmentaba, dispersa y enfrentada en torno a intereses sórdidos y particulares, con funcionarios burócratas que impiden el desarrollo de la academia a través del papeleo innecesario; profesores vacas sagradas con sus parcelas de saber en propiedad en el territorio de los programas curriculares, envejeciéndose y erosionando un territorio que debía ser fértil y productivo por habitarse con las mejores semillas de nuestra juventud; con estudiantes formados en liderazgos recalcitrantes que no logran colocarse al frente de los destinos de su generación y en la perspectiva revolucionaria a la que los convoca su época..., y, lo peor de todo ¡todos autistas!...me pregunto si se ha construido comunidad académica como esa estrecha relación no excluyente sino inclusiva, entre estudiantes y maestros-investigadores?

El profesor Alejo Vargas que estará esta tarde con ustedes me pregunta: “¿usted por qué firma docente-investigador?”… yo le contesto que busco hacer énfasis en las labores que realizo en mi vida profesional en la universidad, pero que si fuera cierto, debería firmar: “docente-investigador-extensionista”… Porque ¡cómo me gusta ir a los barrios!, ¡cómo me gusta remontar el Magdalena hacia el sur del Bolívar! Y,  sentir el temor de estar entrando en la Colombia profunda del hambre, la miseria y la violencia! ¡Cómo me gusta ir con la lámpara del poco conocimiento que tengo y con el combustible de la sabiduría  de la gente de común, descubriendo sus territorios, entendiendo sus conflictos, ingeniando respuestas para los problemas urgentes! ¡Cómo me gusta eso! y cómo me gusta arrastrar en esa aventura, que es una aventura absolutamente erótica, a mis estudiantes, en términos de conocer y estremecerse con la triste y trágica realidad de nuestro país .

Firmo docente – investigador, porque yo soy primero docente y luego investigador. Ahora, soy un investigador que ha hecho de la investigación el objeto de la docencia. No sé cómo hacen ustedes con sus estudiantes, pero déjenme decirles cómo construyo mi proyecto ético de universidad. Creo que la universidad, y eso la Nacional lo tiene claro al menos, como lo decía el profesor Vázquez , en el papel, debe pensar y actuar, primero, en la formación de seres humanos. Exigimos que la  universidad coloque al centro de sus propósitos la formación de seres humanos. Y resulta que las ciencias humanas y sociales, que debían contribuir a ellos, han recibido al interior de nuestras universidades una profunda arremetida, un recorte irracional y arbitrario.

Yo les pregunto a las Facultades de ingeniería, ¿cuántas humanidades, ustedes, desarrollan en las carreras de ingeniería?... Cada día las humanidades llegan con menos fortaleza y son miradas de manera sospechosa y excluyente de las carreras de ingeniería y de las carreras de cienciaa. Entonces, ¿cómo forman a los ingenieros como seres humanos…, cómo ciudadanos? ¿Cómo los forman como sujetos sociales, como sujetos de derecho, como sujetos políticos?... ¿Cuánta contribución hacen las ingenierías a formar esos profesionales como ciudadanos que se comportan además como sujetos  de la política?... y , cuando digo de la política, lo hago en el buen sentido de la política, que es el conjunto de ideas y acciones a través de las cuales se disputa el ejercicio del poder para construir y concretar el bien común. La política, la autentica, no son los partidos, ni de las sectas, no las elecciones… esos son herramientas, mecanismos, pero no lo son todo.  

A mí, como a usted, profesor, me angustia que los jóvenes se hayan quedado atrapados en la generación que me correspondió vivir a mí. Soy fruto de la generación del 60 y el 70 y,  ¿ustedes se acuerdan que el proyecto ético político de esa generación era distinto? Pero estamos en la primera década del siglo XXI, y me pregunto: ¿cuáles son los retos de la juventud de esta generación?..., porque la mía fue llevar adelante una guerra que nunca ganamos y la lucha por un poder que nunca conquistamos… No se si nos equivocamos en la concepción de la lucha política y habiendo tomado el camino de la guerra…, lo que si tengo claro, es que mi generación se entrego y se sacrifico con un compromiso indeclinable…, equivocada o acertadamente…lo que no le falto fue disciplina y compromiso. En el mismo tiempo en otras partes del mundo, otros transitaron caminos diferentes, era una época de fervor revolucionario, los jóvenes de mayo del 68, Foucault, Deleuze, Guattari, Derrida… no salieron para las montañas,  sino, para París VIII a construir un nuevo paradigma para pensar el mundo. Ese fue su propósito generacional.

Eso de los relevos generacionales en la universidad, es muy interesante…,¿Ustedes creen que hay un cambio generacional en la universidad cuando a unos viejos que han comenzado a madurar en la crítica se les cambia por unos jóvenes que son maduros en la apatía?... ¡Por Dios! Son más viejos que los viejos jóvenes que se van, por eso a veces yo reclamo para esta universidad y para la universidad pública el pensamiento y la obra de hombres como Orlando Fals Borda, Eduardo Umaña Luna, Estanislao Zuleta… que llevaron a la universidad pensamiento crítico y maduraron generaciones enteras de jóvenes.

Ahora que tengo que hablar de lo que debía hablar, se me acabó el tiempo. Pero si ustedes me regalaran un minuto, voy a tratar de decir en forma puntual las cosas que pensaba desarrollar de manera extensa:

Primero. Creo en una universidad intensamente amorosa. Creo que hay que introducir en la universidad el amor como práctica académica y de vida. Creo en una universidad profundamente erótica. Déjenme decirles, maestros y estudiantes, que yo voy a la universidad es a copular, yo voy a la universidad es a tener orgasmos; yo voy a la universidad a sentir profunda satisfacción viendo crecer a mis estudiantes y realizarse como profesionales, hombres y mujeres brillantes, de futuro, comprometidos y críticos.

Segundo. Lo que quiero que ayude a formar la universidad es un sabedor moderno. ¿Qué es un sabedor? Un sabedor, fundamentalmente, es una persona que ha alcanzado un alto grado de conocimiento, que es capaz de colocar al servicio de la solución de los problemas fundamentales de su país, de su comunidad, de su contexto. ¿Por qué es moderno?... Es moderno porque la base fundamental, la herramienta esencial de la forma en que construye su conocimiento y la solución de los problemas se soporta en la razón. Ha superado la pre-modernidad,  pero no la ha abandonado. Porque yo quiero que también crea en algo…, que tenga una religiosidad que es distinto a que milite en una iglesia, que le dé lugar al pensamiento mágico y a los sueños que hacen parte fundamental de su existencia. Pero que sus acciones y sus procesos estén atravesados por una racionalidad crítica, no instrumental.

Tercero. Ese pensador es una síntesis de la cultura. Déjenme decirles qué entiendo por síntesis. Yo sé…, yo creo…como acto de razón y de fe,  que todos ustedes tienen claro qué es una síntesis…, pero si me permiten un minuto hago una definición de síntesis: Una síntesis es la parte del todo, que al contenerlo, es capaz de reemplazarlo, cuando está ausente. Voy a dar un ejemplo fácil: la síntesis de una mata de maíz es el grano de maíz., La síntesis es la semilla capaz de germinar lo nuevo. 

Cuarto. Como el sabedor moderno es una síntesis de la cultura, es una síntesis de la filosofía, la ciencia y el arte.  Pero déjenme decirles esto: como sabedor moderno ni es científico, ni es filósofo, ni es artista; es sabedor moderno. Pero como síntesis de la cultura sabe de filosofía, sabe de ciencia y sabe de arte, y esos tres componentes le son fundamentales.

Quinto. El pensamiento del sabedor moderno también es síntesis.  Es un pensamiento sustentable, y ese pensamiento sustentable, que lo hace pensador y no intelectual, es una síntesis de tres o cuatro formas de pensamiento. Primero, viejitos y viejitas, es síntesis de pensamiento mágico. ¿Qué le proporciona el pensamiento mágico a nuestros pensadores, a nuestros profesionales?: Fantasía. Imaginación y creatividad. Sin fantasía, imaginación y creatividad, la humanidad no hubiese llegado al lugar en que se encuentra.

Recuerdo, ingenieros, que la palabra “ingeniero” viene de “ingenio” y “eros”, que significa literalmente sentir placer creando.

Segundo, es síntesis de pensamiento racional que es el pensamiento metódico, el pensamiento científico; y tercero, es síntesis de pensamiento filosófico que es holístico, porque se preocupa por el todo; es complejo,  porque se preocupa por la relación del todo con la parte; y sistémico, porque se preocupa por la relación entre las partes.

Sexto. Déjenme definirlo así: un sabedor moderno es una síntesis de la cultura que se expresa como síntesis de la filosofía, la ciencia y el arte; ha logrado construir un pensamiento sustentable, como síntesis de pensamiento mágico, racional holístico, complejo y sistémico.

Pero para que ese sabedor moderno se pueda formar en una universidad como las nuestras se requiere que en ellas exista un ambiente y una atmósfera que lo posibilite. Primero, un ambiente que le permita desarrollarse como humanista, segundo,  un escenario en el que la lúdica potencialice los procesos de conocimiento  y, tercero, un hábitat  erótico en el que cada acto se produzca como un hecho de gratificación y placer.

Hay que formar, en primera instancia, en la condición de lo humano a nuestros profesionales. Pero también hay que darles una gran capacidad lúdica, formarlos como seres lúdicos… La lúdica es un enfoque teórico-epistemológico que se encarga de la creación, recreación y producción permanente del conocimiento. La lúdica es juego,  en la medida en que el juego es conocimiento y saber, es el juego de la matemáticas, la democracia, del amor; es el juego en las múltiples posibilidades de la cultura y de las relaciones sociales.  ¿Qué tan eróticos son nuestros estudiantes?... Es decir, ¿Qué tanto se desarrollan en el sentido de que cada cosa que hacen debe gratificarlos y hacerlos sentir placer?...Creo que la universidad debe ser para la risa, para la alegría, para la fiesta del conocimiento y de la cultura…para promiscuidad y la permanente copulación con el conocimiento y el saber.

Y por último, una atmósfera, constituida por tres valores fundamentales: la libertad, la justicia y la democracia.  Libertad para pensar, investigar, crear, expresarse, moverse, hacer. La libertad como fundamento de la condición humana. Y nadie puede ser libre,  si al lado de la libertad no se construye la justicia; y nadie puede ser justo si no sabe que se mueve en un mundo donde la diferencia, la diversidad, el pluralismo son expresión de la democracia. Déjenme preguntar algo a este respecto: ¿Son nuestras universidades ejemplo de democracia?…, ¿cómo se construye la democracia en la universidad?... ¿Cómo se construye en el desarrollo de la clase?...Estoy seguro que en una atmosfera de  libertad, justicia y democracia se posibilita unas autenticas relaciones de convivencia. Si la violencia llega a las universidades y llega a la sociedad es porque no hay libertad, porque no hay justicia, porque no hay democracia, porque no podemos construir sobre esos tres valores la convivencia.

Quiero terminar con una apretada definición del sabedor moderno que debe formarse en nuestras universidades: 

Un sabedor moderno es una síntesis de la cultura que se expresa como síntesis de la filosofía, la ciencia y el arte; es portador de un pensamiento sustentable, que es a la vez síntesis de pensamiento mágico, racional, holístico, complejo y sistémico; se ha formado en una atmósfera de humanismo, lógica y erotismo y, en un ambiente de libertad, justicia, democracia y convivencia, con un único propósito: contribuir a construir la utopía de la felicidad humana.

Muchas gracias.

Nota: Intervención del Dr. Carlos Medina Gallego, en el Foro: Un día para pensar la Universidad. ¿Hay un horizonte ético-político de la universidad?.  Realizado el 4 de Agosto de 2010. Convocado por la Universidad de Antioquia y la Sede de la Universidad Nacional de Medellín. 

Carlos Medina Gallego
Docente Investigador
Universidad Nacional de Colombia
Sede Bogotá

“Pensamiento crítico”


1. Un lugar desde donde poder hablar.

Ustedes me han invitado a hablar sobre algo que no sabría exactamente qué decir. Una reconstrucción epistemológica de lo que ha sido el pensamiento crítico en la historia de la humanidad, demandaría de un esfuerzo superior, es decir, de tratar de encontrar en la historia de la cultura humana, los distintos momentos, en los cuales el pensamiento sufre un tipo de constreñimiento y persecución, porque se convierte en un riesgo, en un peligro, en una amenaza para las formas convencionales de pensar y ejercer el poder en la sociedad.

El pensamiento crítico es tomado en consideración como amenaza, siempre y cuando se presente como un riesgo para la estabilidad de las formas de dominación existentes y se constituya en un imaginario que insiste en la desestructuración de las mismas  con una oferta de razones, ideas y acciones, que en alguna medida, entran a controvertir y a cuestionar las lógicas del poder dominante. En este sentido, el pensamiento critico es “subversivo” en el buen sentido que contiene la esencia de este termino tan desprestigiado por el establecimiento. Subvertir es transformar, cambiar,  dejar de ser para ser mejor…    No existe ningún riesgo para una sociedad, frente a un pensamiento, que le es condescendiente, que le ayuda a consolidarse como pensamiento institucional, pensamiento funcional, pensamiento tradicional, pero,  tampoco se puede esperar nada de ese modo de pensar, es un pensamiento profundamente conservador… paquidérmico. 

Lo que voy a exponer es más una reflexión personal, nacida de mi experiencia, de lo profundo de mis vivencias, de mi alma, corazón y piel, es decir desde lo que yo creo, amo y vivo. No es una reflexión de naturaleza académica, que da razón fría y calculadora con pretensiones de cientificidad de las Escuelas y Corrientes del Pensamiento Critico, que a veces ni critica son. No,  no voy a hablar de eso. Voy a hablar desde mi experiencia de vida a lo largo de muchos años de andar construyendo una forma particular de percibir la realidad, y de haber enfrentado, como muchos otros intelectuales en  este país, entre ellos Javier y Miguel Ángel, la estigmatización, el señalamiento, la persecución, la amenaza, la cárcel y no menos de dos o tres atentados contra la vida.

 Es desde allí, dónde yo puedo hacer referencia a ese tema-problema de reflexión que ustedes tan amablemente me han propuesto: El pensamiento crítico.

2. El pensamiento crítico es transformador

Comencemos diciendo que una sociedad que no cuenta con un presupuesto importante y significativo de pensadores críticos no se transforma, no se moderniza, no se reconstruye conforme a los retos que le va colocando al frente cada tiempo y que por lo tanto el pensamiento crítico es fundamental en el desarrollo de las sociedades, en la construcción y transformación permanente de sus referentes de sentido. El pensamiento crítico es fundamentalmente el recurso intelectual de la cultura con que cuenta una  sociedad para que se produzcan las rupturas de sus paradigmas y puedan, en su lugar, irrumpir unos nuevos.  En la cultura nuestra, constituye una particular forma de subvertir las lógicas, mediante las cuales se piensan y se asumen las realidades y se proponen nuevos enfoques que posibiliten la reconstrucción de los imaginarios sociales colectivos, desde una particular intencionalidad, que es tratar de ganar la mayor condición humana posible, en términos de ejercicio pleno de la libertad, el bienestar y la convivencia democrática. En este sentido, el pensamiento crítico, es un pensamiento que se ubica en el centro de proyectos estratégicos de bienestar humano, donde la preocupación central son las posibilidades de la existencia digna de los seres humanos, en sociedades cuya preocupación central ha sido la condición humana y su relación con los recursos que posibilitan la vida.

Pero, si uno se ubica en el contexto histórico, puede darse cuenta que hay muchos momentos en la historia de la humanidad en que al surgir una forma de pensamiento diferente, va encontrando las resistencias y las persecuciones de quienes ejercen el poder desde sus propios referentes de verdad y autoridad. Esas formas de pensamiento crítico, son sometidas a la estigmatización y el macartismo, a la persecución y el exilio, al encarcelamiento, la tortura y el asesinato.   

3. La democracia un lugar privilegiado para el pensamiento critico. 

La característica que debe tener los regímenes democráticos, cuando son auténticamente “democráticos”,  es la de ser un lugar privilegiado para el pensamiento crítico.  Un régimen pierde su característica democrática, cuando sus intelectuales y sus pensadores, comienzan a ser perseguidos, estigmatizados, señalados de subversivos o como terroristas…ahí pierde la democracia esa condición de lugar privilegiado para el pensamiento crítico, porque se comienza a desconocer las bondades de un pluralismo que puede estar en los puntos extremos, pero que confluye en un escenario en el que la diversidad, la disidencia, son parte fundamental de la construcción de lo histórico; solamente aquellos que aspiran a que el pensamiento sea uno y único, impulsan, uno u otro, de  los dos sistemas políticos que niegan esa posibilidad: el autoritarismo, de naturaleza fascista, que a nombre de la nación, la patria y los dogmas religiosos,  evita que otras formas de pensamiento fluyan a su interior, excluye, estigmatiza y asesina la diferencia y, el totalitarismo, que impone,  a nombre del pueblo y los trabajadores, una dictadura de una única clase como  única manera posible de poder contemplar el desarrollo de la humanidad.

Los totalitarismos y los autoritarismos, como concepciones específicas de la construcción de modelos de sociedad y Estado, niegan la posibilidad del pensamiento crítico; pero también lo hace la democracia, que se ha planteado el pensamiento único, a través del modelo neoliberal y la globalización y, ha desarrollado una estrategia de seguridad en torno a la idea de lucha contra el terrorismo, a través de la cual,  se persigue la diferencia y cualquier forma de oposición. 

Uno debía hablar de democracias, en plural, y no de democracia, en singular. La democracia tiene una re-significación según las relaciones de poder y desde dónde se establezca; la democracia no es una ni única.  La democracia se viste de argumentos según las lógicas a través de las cuales se construye, entonces la democracia, más allá de tener inclinaciones totalitarias o autoritarias, lo que construye es la posibilidad de la diversidad, la diferencia, la crítica, el disenso, en los que el respeto por el otro se erige no sobre la base de que se identifique conmigo, sino que se identifique con él, y en la medida en que se identifica con él, representa un referente de sentido para lo que yo pienso, así sea absolutamente contrario. 

4. En los orígenes del pensar critico
Creo que hay unas formas específicas de erigirse en contra del pensamiento crítico que están muy unidas a los referentes de sentido en el marco de las estructuras en que nos hemos construido.  La cultura nuestra es una cultura judeocristiana, es autoritaria, es machista, es patriarcal y ha centralizado la posibilidad del poder del conocimiento en la figura de Dios, desde la misma metáfora de la génesis de la sociedad y de la humanidad en el paraíso.
Las posibilidades de acceder a través del conocimiento a un cuestionamiento de las verdades que se colocan a disposición del sometimiento de las sociedades, son estigmatizadas y perseguidas. Son pecado.  Esa metáfora del paraíso, en la que frente a las posibilidades de acceder al árbol de la sabiduría, lo que encuentran Adán y Eva, es la persecución, el destierro y el desplazamiento, ya que son estigmatización, exclusión, persecución y desplazamiento, los mecanismos mediante los cuales se castiga el pensamiento crítico y la insubordinación a las lógicas del poder. El pecado se crea para castigar el pensamiento crítico.

No solamente en esa forma específica de la construcción de nuestro pensamiento religioso, que está dado por esa figura de la mujer, que se insubordina, (creo que a Eva habría que levantarle un monumento hacia el futuro por la manera en que enfrenta al pensamiento patriarcal, en la lucha por el conocimiento, por la sabiduría, por acceder a una forma específica de la cultura y la sociedad que la reivindique frente a la historia), ese acto de insubordinación es el que la hace trascender como metáfora; pero nosotros, también hacemos parte de los acumulados del desarrollo de la cultura griega. El pensamiento occidental tiene sus orígenes en las formas en que evolucionó el pensamiento griego y en él, también encuentra uno las señales de la crítica de los pensadores a sus regímenes y a sus particulares formas de construcción de relaciones de poder y se  encuentra con intelectuales, que tienen que enfrentar el establecimiento.

Creo que la historia de Sócrates, sindicado de perverso, por alimentar el espíritu de los jóvenes (más allá de sus inclinaciones sexuales, que también tienen que ver con el problema de la diversidad), con concepciones que son perseguidas, es un claro ejemplo de la situación del pensamiento crítico. Allí lo que estaba de por medio no era ni siquiera su sexualidad, la perversión de Sócrates consistía básicamente en el hecho de estar subvirtiendo a la juventud en el modelo de pensamiento que construía, en el sentido de señalar, que la verdad con que se contempla el acontecer de la vida y de la historia no puede encontrarse en ningún otro lugar que en uno mismo, y eso hace que surjan distintos enfoques y también distintos pensadores.

Entonces ese proyecto socrático que se construye sobre la mayéutica, cuestionando al interlocutor, para que edifique sus argumentos es perverso, porque obliga al individuo a fundar referentes de sentido para explicar los problemas a través de los cuales circula en la vida, y el castigo para Sócrates es absolutamente claro, no tiene sino dos posibilidades, frente a un establecimiento que lo sindica de perverso por buscar el camino a través del cual puede enfrentar las lógicas del entendimiento de la sociedad griega: o es condenado a beber cicuta, que es la pena de muerte, o es condenado al ostracismo, que es el exilio.  Muchos de nuestros intelectuales son condenados a beber la cicuta de la resistencia y de la valentía en el hecho de permanecer en sus territorios, defendiendo sus ideales y soportando todos los regímenes de persecución y de terror, o escogen por motivaciones absolutamente personales el exilio, que es la forma en que el pensamiento crítico asume el espacio universal de la cárcel. 

El exilio es ir a la cárcel de lo extraño, de lo ajeno, para permanecer allí bajo el estigma de exiliado, pagando la condena de haber sido rebelde en su propio territorio.  El exilio es un presidio, con todas las solidaridades que usted pueda tener en el exilio, su condición, su libertad, su forma de vida, el sello de la estigmatización, son lo que caracterizan el exilio, el no poder estar en su lugar de origen, en su lugar de sentido, en su territorio, disputándo un lugar en términos de las relaciones del poder que allí se establezcan, por eso el ostracismo a que nos vemos abocados a veces, hace parte de esas formas específicas de la persecución del pensamiento crítico, como la muerte, la cárcel, la tortura.

Otros, muchos otros, han tenido que retractarse y el retractarse hace parte también de las persecuciones y de las conquistas que el poder dominante impone a la resistencia y a las formas de la resistencia.  La resistencia no es un acto criminal, la resistencia es un camino de dignificación del pensamiento y la acción humana contra todas las formas de opresión y aniquilamiento a la condición del ser humano y de sus dignidades.

 Por eso no podría dejar de mirar esos fenómenos mediante los cuales la historia nos educó sobre las dificultades de romper los órdenes del entendimiento del mundo para proponer nuevos órdenes, que es lo que constituye el pensamiento crítico, es una ruptura con un orden de entendimiento para proponer, desde un orden nuevo de pensamiento, otra explicación al mundo. 

Galileo Galilei, tuvo que enfrentar en su condición de filósofo, matemático, científico, astrologo, político… la autoridad de las instituciones. Entre ellas la iglesia, tan persecutora del pensamiento crítico, y si bien, es ilustrativo ejemplo del conflicto entre el pensamiento critico y la autoridad,  tuvo que retractarse y él, que da origen a esa nueva manera de entender la mecánica universal y la mecánica cósmica, tiene que esperar que los tiempos cambien para que Copérnico haga esa revolución de afirmar que “no somos el centro del universo”, esa ruptura tan extraordinaria, por todo lo que implico en su momento para dar origen a la ciencia.

De la misma manera el pensador crítico le dice a la autoridad del poder del estado “ustedes no son el centro del mundo, el centro del mundo está en otro lugar”, y ese lugar donde esta el centro del mundo son los pueblos y su cultura, son las sociedades, son sus naciones, sus urgencias y sus necesidades.

El mundo no gira y no puede girar en términos de los estados, ni de los sueños del poder.  Las revoluciones que se dieron en los siglos XVII y XVIII, lo que trataron de hacer fue retornar el ejercicio del poder, en términos del ejerció de la soberanía, a los pueblos, pero allá en el Medioevo, el pensamiento crítico tuvo todo el escarmiento y toda la persecución, no solamente con aquellos que se atrevieron y en alguna medida avanzaron en términos de recuperar una lógica de interpretación distinta sobre las escrituras, con la reforma protestante -Lutero y  Calvino-, si no aquellos también que escogieron el camino mediante el cual se decidieron a construir en medio de las adversidades, uno lugar para que el ser humano lo habitara desde otros repertorios discursivos, desde otros referentes de sentido. 

Entonces, pasar por la inquisición, por la tortura, por la hoguera, fue el camino que tuvo que seguir la alquimia, la ciencia, como pensamiento crítico, en una concepción que nos llevó del lugar de la obediencia y de la fé, al lugar de la resistencia y de la  razón.  Ese es un hecho significativo, y fueron en los universos de la alquimia y de la persecución, donde surgieron las nuevas formas del pensamiento científico que habría de traernos hasta este lugar de la modernidad y de la postmodernidad en que hoy nos construimos.

Pero déjenme insistir: muchos de los alquimistas, fueron perseguidos por una institución que los concibió como un riesgo y por eso fueron metidos en la oscuridad de la noche, dónde ellos pudieron acercarse a las disciplinas experimentales de la ciencia.  Yo recuerdo a un Da Vinci transitando las calles en busca de cadáveres, para hacer las disecciones que se requirieran frente a toda prohibición existente en la época, para profanar el cuerpo humano, y ese Da Vinci trasciende porque subvierte la lógica de sentido mediante la cual se enfrenta al problema del conocimiento, entonces qué bueno que surja al interior de las sociedades una particular forma de percibir el mundo por fuera de los marcos referenciales que impone el orden establecido, para que el orden establecido pueda seguir el camino que sigue la ciencia, que es romper absolutamente el paradigma de la opresión y llevarlo a un paradigma de la dignidad.

 Cuando uno se pregunta: ¿por qué persiguen a los pensadores críticos?..., ¿por qué los encarcelan?..., ¿por qué los torturan?...,¿por qué los matan?...  la única explicación que uno encuentra es: porque son demasiado humanos, porque están imbuidos de un humanismo radical y profundo, porque subvierten el orden de la verdad. Existe un pensamiento critico que se ha dedicado a reivindicar lo humano y a proponer unas relaciones de equilibro con el medio natural, en donde se garantice que a cada ser humano se le respete la vida en integridad, se le reconozcan sus derechos de tal manera que pueda contar con alimento, abrigo, salud, educación suficiente, y con la posibilidad de ser actores de la reproducción de sus propias condiciones de existencia, mediante las prácticas del trabajo que los ennoblece y les proporciona el bienestar.

Una revolución es tratar de construir un mundo posible en el que los seres humanos puedan vivir tranquilamente, tengan un hogar dónde ir a reposar, comida suficiente para reproducir sus condiciones de existencia física, salud para cuando se enfermen, educación para poder acceder a la cultura, trabajo para reproducir sus condiciones de existencia y, vivir en un mundo donde puedan hacerse partícipes de los escenarios donde se toman en consideración las decisiones que convocan el interés colectivo, esto es que puedan participar en la política, entendida como el conjunto de ideas y acciones a través se las cuales se busca ejercer el poder para construir y garantizar el bien común.  Es absurdo, absolutamente absurdo, el universo mediante el cual se reprime las posibilidades del hombre de hacerse partícipe de sus propios procesos de realización, en términos de una dignidad,  que lo ennoblezca y le permita ser feliz.

Nosotros hemos visto a través de la historia, cómo esas tensiones entre lo viejo y lo nuevo, entre lo existente dominante y la resistencia, van construyendo un territorio de confrontaciones, de enfrentamiento, de disputa.  Cuando la democracia se cierra en  regímenes autoritarios o totalitarios, cuando la persecución se hace explícita, entonces irrumpe la violencia para reprimir y para defenderse; la violencia se presenta  como una particular forma de terrorismo de Estado o una particular forma de resistirse a la negación violenta del pensamiento y la acción crítica.   

En sociedades antidemocráticas, autoritarias o totalitarias, el único camino que tienen los seres humanos es recurrir a cierto tipo de violencia para oponerse a las otras formas de violencia de las cuales son víctimas.  Es un acto de autodefensa, es un mecanismo de autodefensa. De resistencia legitima  ¿Qué caminos les pueden quedar a los que no les permiten expresarse abiertamente? ¿a los que no les permiten vivir dignamente? ¿a los que se les niegan todas las posibilidades?  Hoy hay una violencia social recorriendo el planeta como una gran oleada de incertidumbre y desesperanza, y el papel del pensamiento crítico no es solamente anunciar esa oleada, es contribuir a construir los imaginarios de sentido que le posibiliten a las sociedades transformar esa oleada y potencializar esos seres humanos en el camino de la construcción democrática y alternativa del bienestar. 

Quiero recordar a Gramsci, señalando cómo tiene que enfrentar una situación muy crítica en términos del desarrollo del pensamiento político y cómo tiene que ir a la cárcel y desde la cárcel continuar su resistencia para no doblegarse en términos del discurso del contrario y poder generar, para él mismo, un espacio de dignidad.  Gramsci desarrolló y nos ayudó a desarrollar el concepto de sociedad civil, surgido de la necesidad de enfrentar el fascismo.  Si la sociedad era la sociedad militar, autoritaria, unida con la sociedad eclesiástica, igualmente autoritaria, la única forma de resistirse a esa sociedad era construyendo la sociedad civil, entendida ésta como todas las formas de organización de la población civil, que están en condición de resistencia y oposición al régimen. 

La sociedad civil no es la constituida por los dueños del país, por los gremios económicos ni por las clases políticas tradicionales.  La sociedad civil son las formas a través de las cuales las poblaciones se organizan para reivindicar sus derechos fundamentales, derechos que son el resultado de larguísimas batallas, de larguísimas confrontaciones, de muchas pérdidas de hombres y de mujeres valiosos.

Recuerdo a Martin Luther King, reivindicando un lugar para las negritudes en un país de migrantes que construyeron los negros, y lo recuerdo no solamente en el lugar en el que Martin Luther King define las líneas de pensamiento de acción para esas comunidades, en el marco de una sociedad universal, que sea más democrática, que sea incluyente, que no sea xenofóbica, y tengo absolutamente claro que en ese lugar, los contradictores, los organismos paramilitares, los Ku klux Klan, los perseguidores de las formas de resistencia acabaron con su vida.  Y no había en él ningún acto de violencia como no la hubo en Gandi, el hombre de la no violencia, el hombre del ayuno eterno, para reivindicar una forma de pensamiento que se opone a las lógicas específicas de la presencia inglesa en la india, y su forma de luchar es una forma de violencia simbólica, en donde el único agredido es él.  La huelga de hambre para reivindicar la causa social.
5. La juventud y el espíritu crítico
Qué tristeza cuando nosotros nos paramos a domesticar a nuestros jóvenes y a nuestros niños en las conductas de los adultos, bajo la premisa de la convivencia y la seguridad.  Un buen maestro, un auténtico maestro, como Sócrates, como Jesús, como Gandhi, como Luther King, lo que convocan en lo esencial,  es a subvertir el pensamiento y la practica social. La característica que constituye la condición del ser joven es la de ser inconforme, ser rebelde, querer liberarse, auto-determinarse. Ser libre.

El pensamiento crítico es un pensamiento rebelde, pero la rebeldía no es un crimen.  La rebeldía es el paso obligado que debe dar una generación para llevar la sociedad de una época a otra superior. Un paso obligado e insuficiente, porque muchos rebeldes terminan doblegados por el establecimiento, sometidos a él y conservatizados. 

Poder salir de la “casa paterna” a buscarse la vida, a través de una acto de rebeldía, es incurrir en una ruptura con la autoridad paterna, que es la autoridad del Estado. Pero esa ruptura debe tener un propósito, ganar libertad, independencia, autodeterminación y poder construir en identidad su propio proyecto vida y bienestar. Entonces ser rebelde es una obligación de los jóvenes.  No me gustan los niños juiciosos, domesticados, impecables.  Me gustan los niños rebeldes, que crean sus propios órdenes y al crear sus propios órdenes generan el desorden en la sociedad de sus adultos.  Me gustan esos niños cuando son adolescentes rebeldes, cuando son jóvenes, pero además cuando son subversivos, en el sentido filosófico y sociológico de la subversión, que significa cambiar, modificar, transformar, trastocar .   No puede existir un pensamiento crítico, que no es por su naturaleza subversivo, y subversión tampoco es un crimen, nos han quitado las categorías que nos permiten crecer en el universo de lo humano estigmatizándolas, persiguiéndolas, señalándolas, destruyéndolas. 

La subversión es, fundamentalmente, propiciar cambios. Subvertir es cambiar, es trastocar, es dar nuevos órdenes, ¿cómo queremos que un mundo se cambie, se trastoque, se trasforme si los agentes sociales no son agentes subvertores?.  Pero uno también quisiera, que además de ser rebeldes y ser subversivos… fueran revolucionarios… porque la burguesía fue subversiva, rebelde y revolucionaria, solo que uno es revolucionario cuando tiene que generar las grandes transformaciones, pero,  cuando las logra entonces se transforma se vuelve conservador porque ya no quiere que haya ningún otro cambio más allá del que uno ha hecho.

Digamos entonces que un pensamiento crítico debe ser un pensamiento que propaga la rebeldía, que difunde la rebeldía, porque esta contra dela injusticia, la opresión y de toda forma de envilecimiento de la condición humana. No encuentro en los actos de rebelarse, subvertir y revolucionar un delito, por el contrario, hay una búsqueda que es la búsqueda de la esencia de lo humano de su condición de ser social y político, de sus sueño de libertad y bienestar, la utopía de la felicidad. 

Cómo me gusta Diógenes, ese Diógenes cargado de tanta simbología, metido debajo de un puente, cobijado por un barril, con una lámpara de lumbre, de luz, en la mano, buscando un hombre, buscando al hombre.  Cómo me gusta cuando se para frente a la autoridad del Estado y de la sociedad que va a visitarlo para preguntarle ¿qué necesita?, y el responde: “de usted no necesito sino que se quite del frente, que me está tapando el sol”, porque el sol constituye la base fundamental de todas las realizaciones, porque constituye la energía y esa energía es el motivo de nuestras ideas.  La energía es el poder político, que es un poder transformador, no son solamente los hidrocarburos, el agua, el carbón, el gas, los materiales nucleares, ¡no!, es también energía el poder político, hecho poder transformador.  Creo que una buena sociedad, demanda de un buen pensamiento crítico y,  ese pensamiento crítico, tiene que tener un lugar privilegiado: la democracia verdadera.


6. Intelectuales sumisos  o pensadores críticos

A nosotros quienes en alguna medida, seguimos levantando las banderas de lo humano, la paz, el bienestar, la democracia, la libertad, la justicia, esos principios universales, a través de los cuales se dignifica el ser humano, nos da mucha tristeza con los intelectuales mutantes, los que cambian con las épocas para acomodarse a las relaciones del poder. Para someterse a ellas. Mutan según las formas del ejercicio del poder, acomodándose y medrando en él su propio beneficio.  No son seres transparentes, luminosos, son intelectuales, y hemos sido muy críticos con los intelectuales funcionales, porque esos intelectuales son una clase de seres abominables, despreciables, asquerosos, ellos saben decir mal lo que otros dijeron bien, ellos creen que si cada afirmación no esta acompañada de un juicio de valor, no tiene ningún peso específico y si los modelos teóricos, no explican la realidad, entonces la realidad es la equivocada. 

Este país necesita cada vez más pensadores, seres humanos capaces de moverse en el universo de sus propias elaboraciones, sin aferrarse a ellas, sino con la suficiente claridad como para entender que están buscando respuestas a sus preguntas, a sus preocupaciones y a las urgencias de la sociedad en que viven.  Qué desgracia para nosotros, pensar que no pudimos construir el estado nacional en el siglo XIX, porque nos pusimos a buscar el Estado Nacional europeo en América, cuando nos lo debíamos estar inventándolo desde la lógica de nuestras propias urgencias y necesidades.

  Qué bueno cuando pensadores de América Latina que nos han heredado su particular forma de percibir nuestros procesos, nos ayudan a alimentar el imaginario transformador;  qué bueno que existe un Bolívar, Mariátegui, Martí, Camilo Torres, Ernesto Guevara, Fidel Castro, que existan estos hombres,  Martin Luther King, que han logrado repensar el universo de las posibilidades de América, desde sus propias interpretaciones, y por eso trascienden.  Los pensadores son los únicos que están llamados a trascender en la cultura humana, porque son los únicos que le aportan a su desarrollo.  Ningún intelectual le aporta nada y un pensador puede ser pensador únicamente en la medida en que sea pensador crítico, no pensador funcional, y el pensamiento crítico es un pensamiento transformador, cuestionador, liberador, entonces, cuando a un ser humano, le cuestionan su condición de pensamiento crítico, es porque ven en él un riesgo para el usufructo de las relaciones del poder  dominante.

Déjenme para que podamos conversar,  cerrar esta exposición desordenada y arbitraria señalando: una sociedad democrática debe darle un lugar privilegiado a sus pensadores críticos porque estos constituyen la conciencia interior de esa sociedad y son los únicos que pueden construir el referente de dignidad, desde el cual estas sociedades se levanta frente a la historia.  Es un rescoldo de dignidad, que a veces es sepultado por las cenizas de la opresión, por el incendio criminal de la opresión, por eso, cuando la hoguera destructiva de los opresores se va apagando, allá abajo queda el pensamiento crítico, para que vuelva a encenderse la llama de nuevas sociedades, y eso es lo esencial.  Es una lástima que América Latina haya tenido que sacrificar tan buenos hijos, en las cárceles, frente a tribunales militares y frente a “democracias” autoritarias.  Es una lástima que se haya ido gran parte de sus vidas en las mazmorras de regímenes que no entendieron la importancia de contar con su pensamiento crítico, un pensamiento que, lejos de plantearse la destrucción de la sociedad, se está planteando a diario cómo construir mejores sociedades, sociedades más dignas, más nobles, más grandes, más humanas, sociedades donde el ideal de lo humano sea el centro fundamental de la preocupación y la felicidad de todos, sea su mayor alcance.

Nota: Este texto es el resultado de la transcripción de la charla del profesor Carlos Medina Gallego, en el desarrollo de la campaña “El silencio no es una alternativa”, en defensa del profesor Miguel Ángel Beltrán, donde se propuso como eje de la misma el pensamiento critico. La versión escrita, busca recoger el espíritu de lo dicho en esa ocasión.


Foro de la campaña “El silencio no es una alternativa”

Carlos Medina Gallego
Docente Investigador
Universidad Nacional de Colombia

Partido Comunista Colombiano: Ochenta años luchando por la democracia

Este año se cumplen ochenta años de la fundación del Partido Comunista Colombiano –PC- y, su militancia, la izquierda en su conjunto, pero sobre todo, el país en general tiene que celebrarlo. El Partido Comunista es la institución más importante de nuestra maltrecha democracia. Ningún partido como este ha soportado con tanto rigor la persecución, el señalamiento, la estigmatización y la violencia criminal contra su militancia, ni nadie le ha apostado tanto como él a mantener viva la razón de una autentica democracia: El derecho a construir la nación desde la diferencia, desde la oposición.

Sin la menor duda la historia de esta nación tiene una deuda de reconocimiento con el Partido Comunista, el país no sería lo que hoy es, si esta organización política, no se hubiese convertido en veedor vehemente y luchador incansable, con otros grupos de izquierda y sectores democráticos de los partidos tradicionales, de los intereses de las clases humildes y de los desposeídos del campo y la ciudad.

Nacido en las entrañas de los movimientos sociales de la década del veinte, de los imaginarios de justicia e igualdad de líderes obreros y campesinos que reivindicaron en la movilización el derecho al trabajo y a la tierra, a la organización y a la huelga, al bienestar y a la democracia, el PC está investido más que por el espíritu del marxismo- leninismo, por el ejemplo y el compromiso de los hombres y mujeres que construyeron en las dinámicas y conflictos de cada época, la necesidad de la lucha política de los trabajadores y del pueblo en general por sus derechos fundamentales.

Durante sus ocho décadas de existencia, la militancia del partido se comprometió con construir una sociedad civil fuerte y un movimiento social dinámico, fundó sindicatos y centrales de trabajadores, promovió luchas de los obreros y  de asalariados en general por mejores condiciones laborales y de vida. Defendió el derecho fundamental al trabajo; generó un movimiento agrario y acompañó las luchas campesinas por la tierra y por mejores relaciones laborales en el campo; participó y promovió las luchas de la población por el derecho a la ciudad cuando la Colombia rural golpeada por la violencia inter-partidista se convirtió en urbana.

El PC Colombiano no ha escatimado el más mínimo esfuerzo para llevar la representación de los marginados a los escenarios de la institucionalidad política del país, interviniendo activamente en la lucha electoral, ocupando curules en el parlamento, asambleas y concejos municipales, así como en la administración de alcaldías y gobernaciones.  Tampoco fue ajeno al impulso de la lucha armada cuando las condiciones de la violencia se lo impusieron. Pero, igualmente supo tomar distancia crítica cuando las mismas circunstancias de creciente degradación de la guerra se lo exigieron.

No es un partido guerrerista, en su espíritu partidario lo que subyace es una profunda vocación democrática. No de otra manera se explica, a lo largo de su historia,  los muchos esfuerzos realizados para hacer coincidir sus imaginarios con procesos unitarios de la izquierda y con el apoyo decidido a reformas democráticas de los partidos tradicionales.

No ha dejado el PCC, como todo organismo vivo que se convulsiona con las pasiones de los seres humanos que lo constituyen,  de sufrir las enfermedades de la izquierda continental y mundial: apego a las ideologías de manera sectaria y dogmatica, negación de los pares de izquierda, fraccionamientos y,  en ocasiones, cierre de sus propios espacios para que nuevas, inteligentes y comprometidas generaciones conduzcan el partido hacia una permanente modernización.

Este 16 de Julio, se cumplieron los 80 años de la fundación del Partido Comunista Colombiano, que seguramente, estará celebrando a través de distintos eventos en el segundo semestre del 2010.

Creo que este aniversario es una excelente oportunidad para pensar y discutir, si se quiere con todos los acaloramientos, sobre la necesidad de una izquierda moderna, unida a los retos y a las urgentes transformaciones del mundo de hoy; una izquierda  con autentica vocación de poder y capaz de jugarse en los escenarios de la vida política y administrativa del país desde una concepción que se compromete con  la profundización de la democracia y la construcción del bienestar, la convivencia y la felicidad de los colombianos que,  estoy convencido,  representa el anhelo de los muchos hombres y mujeres que han sido sacrificados a lo largo de la historia del partido en la historia del país, entre ellos: Manuel Cepeda Vargas, Jaime Pardo Leal, José Antequera, Bernardo Jaramillo, Leonardo Posada y los miles de militantes anónimos que murieron luchando por una democracia de derechos.  Feliz Aniversario.

CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente – Investigador
Universidad Nacional de Colombia
13 de Agosto de 2010